HISTORIA DEL COLEGIO
Los orígenes de la historia de los Hermanos de La Salle en la Laguna se remontan a principios del siglo XX. En aquel momento la importancia política, económica y social mantenida en Canarias y sobre todo en Tenerife, desde La Laguna, por la Familia Nava llevó a don Fernando de Nava y Grimón, IX Marqués de Villanueva del Prado y de Acialcázar, a tomar una determinación que sería vital para la historia de la enseñanza el municipio. Así, en el año 1901, próxima su muerte, al no contar con descendientes directos y ser su señora, doña María Concepción Salazar y Chirino, su única heredera le pide que “si al fin de sus días dispusiera de bienes y dinero hiciera algo para recordar en esta ciudad el nombre de los Nava, puesto que con él terminaba la baronía de la familia en estas islas”
Esta intención tomó forma en 1905 cuando la marquesa viuda plasmó en su testamento dicha acción benéfica consistente en que “tras su muerte se fundaran en La Laguna unas escuelas para la educación de los niños de la clase obrera y proletaria”. El deseo se hizo realidad tras su muerte el 11 de octubre de 1911, cuando para dar cumplimiento a las disposiciones testamentarias, administrar los bienes y el capital fundacional que legaba se estableció el 19 de febrero de 1912, en recuerdo del difunto Marqués, el denominado Patronato Nava de Escuelas Católicas de La Laguna. El mismo lo integraban cinco personas: Los párrocos de las parroquias de Los Remedios y de la Concepción, en quienes recaía la presidencia. El primero en año par y el segundo en año impar; Dos miembros representantes de la municipalidad y, finalmente, una persona de acreditada religiosidad designada por el Obispado. Fue deseo de la Marquesa que el sacerdote y albacea don José Rodríguez Moure, mientras viviera, formara parte delmismo, como uno de los representantes de la municipalidad.
Una vez constituido, el Patronato orientó su labor a la puesta en marcha de dichas disposiciones. Tras vender una finca en Monte Lentiscal, en Gran Canaria, adquirió un inmueble para instalar la escuela, conocido como la Casa Mesa, en el número 9 de la calle de La Carrera, en La Laguna, que hubo que restaurar y habilitar para la docencia. Una vez terminadas las obras necesarias y al no fructificar distintas negociaciones con la Congregación Religiosa de los Salesianos, que era el deseo de la fundadora, se le confió al Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas la dirección de la obra educativa que, de acuerdo al fin fundacional, debía desarrollarse.
La labor lasaliana era sobradamente conocida en Tenerife donde ya contaban con un colegio en La Orotava, otro en Santa Cruz, al igual que por la entrañable labor educativa y social que realizaban al frente del Asilo Victoria, en la capital tinerfeña.
Los primeros contactos con los Hermanos para que fundaran casa en La Laguna se iniciaron a finales de enero de 1916 cuando con motivo de la visita del Provincial a sus casas y colegios en la Isla, representantes del Patronato Nava se entrevistaron con él en el Colegio San Ildefonso, en Santa Cruz. Los Hermanos debieron valorar positivamente la propuesta para instalarse en la Laguna puesto que ya el 10 de agosto de 1916, desembarcaba en Santa Cruz el Hermano Paul Dominateur, procedente de Almería para tomar la dirección de las Escuelas Católicas Nava. A él se unirían dos hermanos más, Víctor Domitien y Berten Teclán procedentes de la Comunidad de Arucas.
Al día siguiente, acompañados del director de San Ildefonso fueron recibidos en La Laguna por Rodríguez Moure. Visitaron la casa “que encontrarían muy bien acondicionada para colegio” pero como no todo estaba completamente preparado, volverían a Santa Cruz, para subir definitivamente el 21 de octubre de 1916.
Mientras planificaban el curso ya muy próximo, por recomendación del Hermano Visitador, pensaban abrir este primer año solamente las clases gratuitas para cumplir el objetivo fundacional. Ante tal planteamiento muchos padres de familia se reunieron con el propósito de formar un grupo de compromiso que pagara a un Hermano para impartir, al menos, una clase paga. Por otro lado ante la insistencia de más padres acerca de si aceptarían o no alumnos de pago el Hermano director no podía responder sino con evasivas. Por si acaso, él inscribía a los que venían. Pero, ¿qué hacer con una sola clase de pago? Era lo que se preguntaba el director. Había que encontrar alguna solución. Para ello se incorporaron varios hermanos a la Comunidad de la Laguna y con un empleado doméstico para la cocina, finalmente anunciaron a los padres que abrirían dos clases de pago, además de las dos gratuitas señaladas.
Así las cosas, el 21 de octubre de 1916, desde las 8 de la mañana el patio del Colegio estaba repleto de alumnos y de padres. “Sobre las 8 y media se separó a los de pago de los gratuitos; los que sabían leer un poco de los que no sabían nada; Después cada uno subió a su aula.” Los padres siguieron a los alumnos y era una cosa que ni el Hermano director ni los profesores habían previsto. ¡Pensaron que sería una costumbre en España los días de apertura del colegio! El Hermano director tuvo que echar a los padres y anunciarles que las clases iban a comenzar.” Y aquéllos, después de haber visitado las aulas, se marcharon satisfechos de las condiciones de higiene y de comodidad que presentaban.
La instalación y apertura de la Escuela suponía un hito importante para el Municipio puesto que en aquellos momentos las autoridades municipales le estaban concediendo prioridad a la enseñanza. Una vez puesta en marcha, desde 1913, la Sección Universitaria de Canarias nuestro municipio quería recuperar, frente a sus tradicionales oponentes, parte de la dignidad perdida, allá en el siglo XIX, tras la pérdida de la capitalidad y el cierre de la Universidad de San Fernando. Con ello reforzaba su argumento histórico de capital docente del Archipiélago y no cabe duda que la puesta en marcha de la Escuela Nava resolvía, en parte, muchas de las necesidades que se le presentaban al Ayuntamiento en materia de enseñanza.
Comenzaban las clases sí, pero también comenzaban las dificultades derivadas de la falta de medios y por la necesidad de cumplir con los fines fundacionales a los que estaba obligada su misión. Habría que esperar al año 1923 para que el Colegio obtuviera su autorización administrativa y, poco a poco, mediante su abnegado trabajo fueron ganando el reconocimiento de la sociedad lagunera. Ello posibilitó que por renuncia de los Padre Paules al legado concedido por doña Nicolasa María Cabrera Afonso, en 1929, de un inmueble de dos pisos en el número 11 de la calle de La Carrera, contiguo al del Colegio, se incorporara al Patronato Nava y permitiera ampliar el número de clases tanto de pago como gratuitas. Igualmente permitía disponer de mayor espacio; habilitar nuevos laboratorios de acuerdo a las exigencias educativas de los distintos niveles de estudios impartidos; mejorar la capilla y las habitaciones de los Hermanos. En los años treinta se uniría a los bienes afectos a la enseñanza otra casa de dos plantas, en la calle El Remojo, esquina Anchieta, en La Laguna, junto a siete fincas rústicas, procedente todo, del legado de otro benefactor, don Antonio Acosta de Vera.
Todo iba a buen ritmo. Por otro lado la Fundación “Patronato Nava de Escuelas Católicas” obtenía, en julio de 1930, su clasificación como como institución benéfico docente de carácter particular.
Con la llegada de la II República no parecían soplar buenos vientos para los colegios confesionales. El cambio de orientación política en el Ayuntamiento así como determinados comportamientos anticlericales en la calle terminó reflejándose en la vida colegial. Disminuyó el número de alumnos, las inspecciones se multiplicaron y los Hermanos tuvieron que sustituir su hábito religioso por una vestimenta civil desde mayo de 1931.
Luego vendría la Guerra Civil, después la posguerra y a pesar de ello la vida del centro continuaba. Debido a las dificultades económicas derivadas de la guerra el Patronato tuvo problemas para cobrar los alquileres de los distintos locales del edificio que tenía arrendados así como algunos préstamos que había concedido a particulares. Al presentar sus cuentas y constatarse un pequeño déficit, en los años 1939, 40 y 41, el Ministerio de Educación Nacional abrió expediente informativo y no pareciéndole satisfactorio ni convincente las alegaciones presentadas, el 30 de noviembre de 1943, confirmaba la suspensión del Patronato de la Fundación y determinaba la transferencia de sus competencias a la Junta Provincial de Beneficencia que pasaría a ser, por el momento, la titular del Patronato. Tres meses después, el 29 febrero de 1944, el Ministerio de Educación Nacional firmaría un contrato con los Hermanos de La Salle para continuar con la gerencia de la Escuela y cumplir con el fin fundacional en todos sus aspectos. Para ello recibiría la totalidad de las rentas que generasen los bienes de la Fundación y podían dedicar el edificio, sin perjuicio de las clases gratuitas, a todo tipo de actividades docentes de pago que estimaran convenientes.
Este contratiempo así como la inestabilidad y revuelo que generó, llevó a los Hermanos a plantearse la posibilidad de adquirir terrenos propios con la finalidad de construir un nuevo colegio, incluso al margen de la Fundación. El planteamiento se hizo realidad cuando en el año 1944, gracias a la intermediación de la Asociación de Antiguos Alumnos, que consiguió un terreno cuyo dueño quería dedicarla a la educación de la juventud lagunera, compraron un solar, en aquel entonces barranco de Margallo, esquina calle Viana, hoy calle Heraclio Sánchez, que pronto se convertiría en el campo de fútbol de La Salle. En aquellos momentos el solar reunía las dimensiones que, de acuerdo a las exigencias legales en materia educativa, permitían construir un buen Centro.
La nueva situación así como los nuevos proyectos posibilitaron la consolidación del Bachillerato. Como no estaba legalmente reconocido venía funcionando como “Sección Laguna”, dependiente del Colegio San Ildefonso de Santa Cruz, que sí lo estaba y muchos de sus profesores alternaban en ambos Colegios como titulares y los Hermanos como Auxiliares. Así estuvo funcionando hasta que por decreto de 29 de mayo de 1959 se reconocía el de Grado Elemental y habría que esperar a otro, de 2 de marzo de 1967, para obtener el reconocimiento de Grado Superior, junto con la nueva denominación de Colegio Nava La Salle.
Los años transcurridos, la solvencia pedagógica avalada por los Hermanos, la ampliación de los estudios en sus diferentes niveles y ser el único colegio privado masculino a cargo de una institución religiosa establecido en La Laguna, permitió que las distintas promociones de estudiantes que por allí pasaron terminaran proyectando la labor lasaliana a la ciudad y conformando una cadena cultural de acción recíproca que terminaría beneficiando al municipio y al Colegio. Paralelamente a la tarea educativa los Hermanos, de acuerdo con su carisma, fueron potenciando desde el principio consistentes anclajes sociales como la Asociación de Antiguos Alumnos, agrupaciones piadosas en torno al Colegio, caso de la Congregación de María Inmaculada y San Juan Bautista de La Salle, fundada en 1919, la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de La Soledad, creada en 1953., la Asociación de Padres, alfombristas, equipos en diferentes modalidades deportivas (baloncesto) Grupo Scout, la Tuna, etc.
Sería a comienzos de los años setenta cuando en aplicación de los decretos emanados del nuevo Plan General de Educación, la Delegación Provincial de Educación y Ciencia determina que el edificio del Colegio, en la calle de La Carrera, no se adaptaba a las exigencias que, para los nuevos centros preveía el referido Plan. Por orden ministerial de 13 de mayo de 1974, se le concedía la transformación y clasificación condicionada de Centro de E.G.B., desaparecía el Bachillerato y quedaba reducida su actividad a la Enseñanza General Básica. Por esa razón y a instancia de los Hermanos, la Junta Provincial de Asistencia Social de Santa Cruz de Tenerife en representación de la Fundación promueve un expediente de cambio de uso del edificio y su venta para poder construir otro nuevo adaptado a las exigencias de dicho Plan. La solicitud fue denegada con lo que el inmueble reducía ostensiblemente su valor de mercado y perdía su utilidad para el uso docente. Así, la Fundación se quedaba sin posibilidad de cumplir su fin fundacional.
Ante esto, los Hermanos de las Escuelas Cristianas, dado su arraigo e identificación con La Laguna decidieron vender el solar de Heraclio Sánchez, que ante las nuevas exigencias no parecía responder a lo que se pretendía, y adquirir otro de considerables dimensiones en La Verdellada, donde construirían el Colegio actual.
Así, el 24 de mayo de 1982, se inauguraría el nuevo Centro que comenzaría sus clases en el curso 1982/83. Atrás quedaban 66 años de historia y de fecunda labor en la calle de La Carrera y comenzaba una nueva etapa de 34 años, igual de fecunda, que juntas conforman el centenario que hemos celebrado.
Una vez el nuevo centro orientado y en pleno desarrollo, adaptado a las exigencias y modificaciones de los sucesivos planes, así como ampliado en número aulas, instalaciones deportivas, salas polivalentes, alumnos y profesorado tras el cierre del Colegio del Carmen, los Hermanos de las Escuelas Cristianas iniciaron un proceso para regularizar su situación con el Patronato y Protectorado de la Fundación Nava de Escuelas Católicas. Se resolvería favorablemente y con fecha 18 de noviembre de 1999, y sin vinculación alguna con los Hermanos de La Salle se inscribe en el registro de Fundaciones de Canarias la Fundación “Patronato Nava de las Escuelas Católicas de La Laguna” respetando la estructura y fines contenidos en el testamento de su fundadora.
Esta decisión, posteriormente llevaría aparejado la modificación del nombre del Colegio que pasaría a ser La Salle-La Laguna
De igual manera la restructuración interna por motivos operativos y de ajuste administrativo de los Hermanos les llevaría, en 2003, a suprimir la Comunidad de La Laguna, que se uniría a la de Santa Cruz, y al concebir la tarea a desarrollar desde la perspectiva de una misión compartida otorgarle a un seglar, don Antolín Odón Glez. Cabrera, la dirección pedagógica del Centro que se convertía en el director nº 28 del Colegio.
En la actualidad, dentro de las posibilidades que ofrece esa misión, bajo su dirección, con la presencia de profesores seglares comprometidos y bajo el aliento y ánimo de la Comunidad de Hermanos de La Salle en Tenerife, la educación aquí impartida constituye, indudablemente, una garantía de futuro tanto para los alumnos que la reciben y los padres que la disfrutan, como para la sociedad que los alberga.
A lo largo de estos cien años transcurridos, los Hermanos, con celo apostólico, desvelo creador y sembrando con amor, han continuado colaborando en la realización del fin fundacional que motivó su venida y siempre fieles a la obra que en su día, en pro de los niños y de la juventud, iniciara San Juan Bautista de La Salle.