Hoy hemos puesto tiritas en lugares del mundo y en nuestras propias vidas, simbolizando nuestro deseo de sanar el dolor, tanto el que vemos a nuestro alrededor como el que puede que a veces sintamos en nuestro interior. Igual que nosotros podemos curar las heridas de los demás (o al menos nos gustaría), también debemos pensar en quiénes o qué cura nuestros corazones: puede ser el cariño de un amigo, el apoyo de la familia o un momento de paz que nos recuerda que no estamos solos.
Así como nosotros podemos ser quienes alivien el dolor de otros, también hay personas y experiencias que nos curan a nosotros.
Es un ciclo de dar y recibir: al cuidar a los demás, también aprendemos a cuidarnos a nosotros mismos. Y, aunque no siempre podamos cambiar el mundo de inmediato, cada pequeño acto de bondad, de escucha o de consuelo es una tirita para el corazón y, seguro, hace de nuestro mundo un lugar mejor